5 días en Shanghai

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Empezamos nuestro viaje a China por Shanghai, la ciudad más poblada del gigante asiático. Visitamos en cinco días los principales puntos turísticos: ciudad antigua, Concesión Francesa, el Bund, Pudong… Y, además, hacemos excursiones de un día a Zhujiajiao, Hangzhou y Xitang.

Aunque nuestra intención era empezar el viaje por Pekín, un ahorro de 200 euros nos llevó primero a Shanghai (pronunciado Shanjai), situada en el delta del río Yangtze.


Con más de 20 millones de habitantes, Shanghai es una ciudad de contrastes en todos los aspectos: edificios ultramodernos sobresalen por encima de casuchas en pleno centro; últimos modelos de coches adelantan motocarros y chatarras varias con ruedas y motor; tras las amplias avenidas y los hoteles internacionales de lujo se esconden callejuelas y rincones mugrientos donde no han visto a un extranjero en su vida. Y todo ello, a gran escala. A continuación os presentamos nuestro planning para cinco días en Shanghai.

Primer día

Aterrizamos en el aeropuerto de Shanghai Pudong a las 7:00 de la mañana. Lo primero que hicimos fue resolver todos los trámites que teníamos pendientes al llegar: primer cambio de moneda (unos 50 euros), compra de tarjeta SIM en el aeropuerto, adquisición de tarjetas de transporte 24 horas para dos días (el de llegada y el penúltimo) junto a la entrada al metro, registro en el hotel (sólo pudimos dejar el equipaje ya que a habitación no estaría disponible hasta media hora después y no quisimos perder más tiempo), segundo cambio de moneda a mejor precio en un banco cercano (unos 400 euros) y traslado en metro a la estación de tren de Shanghai para comprar los billetes a Hangzhou para dos días después.

Finalizados estos trámites con éxito (mucho antes de lo esperado) y evitados también los primeros «timadores de la ceremonia del té» en las salidas del metro de la Plaza del Pueblo y Yuyuan, comenzamos por fin a conocer la ciudad, empezando por su zona más antigua.

La ciudad antigua la delimitan Zhonghua Lu y Renmin Lu. Estas calles siguen exactamente el recorrido de la antigua muralla que se levantó en el siglo XVI para proteger Shanghai de los ataques de piratas japoneses. Los primeros tejados «puntiagudos» y un arco nos muestran que estamos en el Bazar Yuyuan, en cuyo interior se encuentra un laberinto de calles llenas de puestos de souvenirs, vendedores-acosadores de todo tipo de falsificaciones, puestos de todo tipo de comidas y bebidas y miles y miles de turistas chinos. En el bazar Yuyuan hay varios puntos de visita obligada:

  • Casa de Té Huxinting: precioso pabellón en medio del lago en el que uno podría estarse horas haciendo fotos y más fotos y en cuyo extremo se encuentran los Jardines Yuyuan.
  • Jardines Yuyuan: fundados entre 1559 y 1577 por la familia Pan, estos jardines clásicos chinos son la joya de la zona y un claro ejemplo de la arquitectura y el diseño Ming. Aunque resultaron muy dañados durante las guerras del opio, la revolución Taiping y la ocupación japonesa en la II Guerra mundial, una restauración que culminó en 1961 hace que hoy podamos contemplar en todo su esplendor los pabellones, estanques, terrazas, galerías y rocas decorativas que lo conforman. Además de perderse un rato por los rincones y descansar en el lugar que más guste a cada uno, es impresdincible acercarse a la Cámara Yuhua para observar la Exquisita Piedra de Jade, de más de 3 metros de altura. Otro punto destacado es el Gran Jardín de Roca, cuyas 2.000 toneladas de roca se elevan hasta los 12 metros. En estos jardines descubrimos las «torpezas» de los fantasmas chinos: sólo pueden ir en línea recta y no pueden subir escalones. Por ello, los pabellones no se encuentran nunca alineados y los puentes son en zigzag. Según las guías y foros que habíamos leído, sólo se puede disfrutar de la paz de estos jardines a primera hora de la mañana, antes de que los grupos de turistas los inunden con sus gritos y flashes. Quizá fuera pura suerte pero nosotros llegamos allí un viernes al mediodía y estuvimos prácticamente solos.
  • Templo del Dios de la Ciudad: templo taoísta del siglo XV situado también en el bazar Yuyuan. aunque muy dañado con la revolución cultural. Dentro no hay que perderse la cámara yuhua y el gran jardín de roca.

Antes de abandonar la ciudad antigua, nos acercamos hasta el Templo de Confucio, retirado del caos de Yuyuan y poblado por hectáreas de pinos y magnolias. Desde aquí seguimos el trazado de la antigua muralla por Renmin Lu hasta el Pabellón Dajing, junto al que puede verse el único trozo de muralla que quedo en pie tras la demolición en 1912. Muy cerca se encuentra uno de los puntos más curiosos de la ciudad: el Mercado de las Flores, Pájaros, Peces e Insectos. Es uno de los pocos mercados tradicionales de la ciudad y en él se pueden adquirir todo tipo de mini mascotas, siendo los grillos (verdes y gigantes) y sus jaulas de bambú las grandes estrellas.

Desde ahí, callejeamos un rato por el Mercado de antiguedades de Dongtai Lu. Encontrar una verdadera antigüedad, como dice la guía, es como encontrar una aguja en un pajar, pero para comprar el típico Libro Rojo de Mao o artilugio sin valor antiguo alguno, es perfecto. Regateo previo, claro.

Y ya entramos de lleno en la Concesión Francesa. Empezamos por el parque Taipingqiao, en cuyo extremo oeste se encuentra el lugar de fundación del Partido Comunista chino el 23 de julio de 1921. Al lado está Xintiandi que aunque sólo lleva una década construido ya es todo un símbolo de Shanghai. Llegamos después al Parque Fuxing, construido por los franceses en 1909. Muy cerca está la residencia de Sun Yatsen, considerado padre de la China moderna y que vivió aquí entre 1918 y 1924.

De vuelta en Xitiandi, y tras callejear un poco, cogimos el metro hasta East Nanjing Rd, ya al atardecer. Esta calle, equivalente de Preciados en Madrid o Istiklal Caddesi en Estambul, conecta el Bund y la Plaza del Pueblo. Cuando los vendedores de relojes y bolsos falsos te dan una tregua, es una gozada pasear aquí, casi sin motocarros ni otros vehículos (en teoría es peatonal pero todo es «opcional» en China) y entre torres y neones.

East Nanjing Road
Pudong desde el crucero por el río Huangpu

Para rematar el día, contemplamos dos de los símbolos de Shanghai, Pudong y el Bund, desde un crucero nocturno por el río Huangpu. Compramos los tickets en la misma Nanjing Road, a unos cinco minutos del Bund, y desde ahí nos empujaron a un autobús urbano que ya venía completo de pasajeros «normales». Una vez en el embarcadero nos tuvieron esperando una media hora, tiempo suficiente para que varios turistas chinos fotografiaran a sus hijas con nosotros, la principal atracción del lugar junto al skyline iluminado de Pudong. Desde el barco obtuvimos el mejor premio a un día de paliza: las vistas del Bund y Pudong iluminados.

El precio incluye también un bol de fruta, que nos supo a gloria tras todo el día sin parar de andar y sin comer nada (consecuencia del jet lag, supusimos) y una bolsa de «patatas fritas» chinas, que fue directa a la papelera del hotel por su insufrible sabor.

Segundo día

Tras un más que merecido descanso y un también merecido desayuno abundante en el hotel nos dirigimos a pie hasta una de las 20 salidas del metro de la Plaza del Pueblo, donde habíamos quedado con un amigo contactado vía Couchsurfing. Con él visitamos este parque-plaza, centro de la ciudad en el que se ubican el Museo de Arte Contemporáneo, el Museo de Arte de Shanghai, el Museo de Shanghai y la Sala de Exposiciones de Planificación Urbana de Shanghai. Al ser las 8:00 de la mañana, encontramos a varios chinos haciendo taichí en el parque (por lo visto es una actividad de lo más común en toda china).

A las 8:30 ya estábamos en el autobús rumbo a Zhujiajiao, uno de los pueblos del agua que visitamos durante nuestra estancia en Shanghai. Paseamos durante tres horas por los puentes, canales y calles más turísticas de Zhujiajiao y también, por la parte «trasera», más olvidada y fea, en la que se puede ver cómo viven de verdad los habitantes de este pueblo lleno de encanto. No te pierdas nuestro post «Excursión a Zhujiajiao desde Shanghai«, con toda la información de sitios a visitar, mapa, fotos…

De vuelta en Shanghai, al mediodía, comimos en el restaurante Bi Feng Tang de la Plaza del Pueblo donde, siguiendo el consejo de nuestro amigo, probamos el guiso de rana con raíz de loto, rollos de pasta de arroz con salsa de cacahuete y caramelo, judías verdes con carne y especias y un plato de carne de cerdo. Todo absolutamente delicioso. Y, ¡milagro! Se puede pagar con tarjeta.

Después de comer nos adentramos de nuevo en la Plaza del Pueblo para ver como el taichí había sido sustituido por el llamado «Mercado de Novias«: centenares de madres y padres con el «currículum» de sus vástagos a la espera de los posibles interesados. Si alguien que cumpliera o tuviera un familiar que lo hiciera los requisitos exigidos en el currículum-cartel (altura, sueldo, profesión, lugar de nacimiento…) se acercaba, pasaban al segundo paso: book de fotos e intercambio de teléfonos. Pensando que nada podía sorprendernos más, llegamos a la zona de las agencias. Lo mismo, pero a gran escala. Y muy cerca también estaba la versión gente mayor sola, la mayoría viudos, buscando encontrar un nuevo amor.

Desde aquí, y tras degustar unos Pastéis de Belém (receta importada de Macao) y una especie de bizcocho local, nos adentramos en el mercado tradicional que se encuentra en el entramado de callejuelas al norte de West Nanjing Rd, antes del cruce con Chengdu Rd. Allí matan y preparan en el acto pollos, serpientes, tortugas, ranas y lo que sea, así que si os da un poco de asco la sangre y las vísceras, mejor abstenerse de visitarlo o al menos no hacerlo justo después de comer.

Rematamos el día paseando por West Nanjing Rd. hasta la parada de metro del mismo nombre, una zona mucho más occidentalizada que el resto.

Tercer día

Este día lo reservamos para visitar Hangzhou, famosa por su Lago Occidental que, rodeado de pagodas y puentes perdidos entre sauces y flores de loto, parece más una acuarela de cuento de hadas que una megaurbe china de 9 millones de habitantes. Fuimos en tren de alta velocidad y una vez allí nos movimos en autobuses y a pie. Visitamos en un día el Templo Lingyin y el lago

Para saber más sobre nuestra visita, fotos, datos… consulta nuestro post «Un día en Hangzhou«.

Cuarto día

Nuestra intención inicial era ir a Suzhou, pero tras pasar el día en Hangzhou descartamos visitar otra gran ciudad cuyo principal atractivo eran varios jardines (ya vimos los de Yuyuan) y los canales que preferíamos ver en otro pueblo del agua. Así, decidimos ir a Tongli o en su defecto a Zhouzhuang, pero cuando al fin dimos con la estación de autobuses turísticos sólo quedaba la opción de Xitang. Dudamos porque no sabíamos nada de este pueblo, pero como tampoco teníamos otros planes nos apuntamos y resultó una más que grata sorpresa. No estando para nada en la agenda, Xitang nos sorprendió para bien y conseguimos las imágenes de los canales, farolillos rojos y puentes que teníamos en mente desde que empezamos a organizar el viaje a China. Toda nuestra visita, fotos, mapa… en «Excursión a Xitang desde Shanghai«.

De vuelta en Shanghai fuimos en metro a West Nanjing Rd, donde cenamos con nuestro amigo de CS en el restaurantes Grandma’s: sopa de bambú, costillas de cerdo, pollo con especias, patatas con salsa y zumo de ciruela y té de bebida. De nuevo, todo espectacular. Aunque sin éxito con el tema de la tarjeta de crédito.

Como era nuestra última noche en Shanghai, decidimos darle una buena despedida en la terraza del hotel Indigo donde, por 90 yuanes te tomas una copa con las vistas tanto del Bund como de Pudong iluminados. Aunque son varios los hoteles que tienen este tipo de terrazas, el Indigo ofrece las vistas de ambos lados a la vez por lo que no podemos sino recomendarlo.

Vistas del Bund desde la terraza del hotel Índigo

Quinto día

Nuestro último día en la ciudad nos soprendió con aún más calor que los demás ya que a los 40 grados con humedad (sensacion de 46) se sumó un sol brillante. Así, trayectos a pie de apenas 200 metros se convirtieron en todo un maratón. Aún así pudimos visitar lo que teníamos previsto: el Templo del Buda de Jade, el Templo de Jing’an, Pudong y el Bund.

Templo de Buda de Jade: es uno de los pocos monasterios budistas activos de la ciudad y se construyó entre 1918 y 1928. La parada de metro más cercana es la de Changshou road (línea 7, naranja) y lo mejor es preguntar directamente nada más salir, sobre todo si te fundes con el asfalto cada minuto que pasa. En unos 20 minutos se llega a la puerta del templo donde se compra la entrada para visitar los distintos patios y estancias, incluyendo el estanque, pero no la sala donde se encuentran las esculturas de los Budas de jade. Aunque se puede conseguir gratis una postal (tras aguantar la charla del vendedor de turno) en el pabellón que queda justo a la derecha nada más entrar, merece la pena pagar el precio extra para verlas en vivo y en directo, sobre todo el sentado de 1,90 metros.

Templo de Jing’an: se encuentra justo en la salida de la estación de metro del mismo nombre (líneas 7 y 2) y su tamaño e intenso color dorado lo convierten en el más vistoso de la ciudad.

La mejor vista se tiene desde el autobús que va a Zhujiajiao pero también conviene verlo de cerca con los rascacielos detrás. Su configuración actual es el resultado de dos profundas remodelaciones en 1998 y 2004.

Dentro se pueden visitar varias estancias, aunque en realidad lo único destacable es la campana de cobre de más de tres toneladas del periodo Ming.

Pudong: de nuevo en metro nos dirigimos a la parada de Lujiazui (línea 2), en pleno centro del distrito financiero de Shanghai. Si el tiempo lo permite, conviene pasearse entre los «gigantes» que pueblan esta zona que en apenas 20 años ha pasado de ser una zona de granjas al motor económico de la ciudad y del país. Destaca la torre Jin Mao, cuya silueta, inspirada en la forma de una pagoda, es una de las más emblemáticas de la ciudad; el World Financial Centre (más conocido como abre botellas); y la Torre de la Perla Oriental. A todas ellas se puede subir para admirar las vistas pero a un precio bastante elevado. Como ya comentamos, nosotros optamos por disfrutar de un mojito además de las vistas de ambos lados en el hotel Indigo. Antes de abandonar la zona conviene dar un paseo por esta orilla del río Huangpu para obtener unas vistas inmejorables del Bund, nuestro próximo destino.

Pudong desde el Bund
Bund desde Pudong

El Bund: este paseo peatonal es el símbolo de la Shanghai colonial y fue el equivalente de Wall Street en su día. Sus edificios de tipo occidental son una muestra de la amplia gama de estilos arquitectónicos, que van desde el neoclásico hasta el Art Decó. Destacan el Banco de China, diseñado en 1940 para ser el más alto de la ciudad (le duró poco); el Hotel Fairmont Peace, frecuentado por personalidades como Shaw o Chaplin; el edificio del North China Daily News, con su friso dedicado al periodismo; la Casa de Aduanas, cuya torre del reloj está inspirada en el Big Ben londinense; el edificio del HSBC, conocido en su momento como el más refinado al este del Canal de Suez; y el 3 en el Bund, de 2004 y que cuenta con bares, terrazas, spa, tiendas de lujo… El parque Huangpu fue el primer parque público de China y alberga el Monumento a los Héroes del Pueblo. Fue famoso por su cartel de «prohibido perros y chinos». Desde el Bund se obtienen, a su vez, unas vistas increíbles de Pudong.

Finalizamos aquí nuestra estancia en Shanghai ya que toca dirigirse al aeropuerto de Pudong desde donde sale con puntualidad asboluta nuestro vuelo de las 21:40 a Guilin. Hemos empezado nuestro viaje con muy buen pie.

Cuando sólo llevábamos unas horas en la ciudad pensamos que ni en cinco años tendríamos tiempo de verla, pero a la hora de marcharnos nos fuimos bastante satisfechos de haber visto, al menos, lo más destacado. Tal y como nos indicó nuestro amigo de CS, en Shanghai hay poco que hacer si vives allí, las amistades se quedan en el ámbito familiar y su tamaño y distancias hacen que no sea demasiado cómoda más allá del Bund.

Datos prácticos

  • Guía: Pocket Shanghai de Lonely Planet (mapa incluido) y la guía del Instituto Cervantes.
  • Cómo llegar: varias compañías aéreas conectan Madrid con Shanghai, aunque con escala (al menos en agosto de 2013). Las opciones más económicas son Finnair (vía Helsinki), British Airways (vía Londres), KLM (vía Amsterdam), Aeroflot (vía Moscú) y Emirates (vía Dubai).
  • Alojamiento: aunque más caro que en ciudades menores de China, es relativamente fácil encontrar un hotel decente en pleno centro por 50 euros la habitación doble. Nosotros nos alojamos en el hotel Charms (reservado vía Booking). Excepto por el tema de tener que regatear por un desayuno que teníamos incluido y no conseguir comunicarnos en inglés más allá de lo básico, no tuvimos problema y estaba totalmente al nivel de otros hoteles de la misma categoría en otros países.
  • Cómo moverse por la ciudad: Shanghai cuenta con una moderna y extensa red de metro que se amplía cada día. Para nosotros fue lo más cómodo porque por muy baratos que pudieran ser los taxis no teníamos ni tiempo ni ganas de andar regateando / peleando. Sólo cogimos dos para ir y volver al hotel Índigo y porque nuestro acompañante tenía tarjeta de transportes para pagar y bastante soltura con el chino. El precio del metro va en función de la distancia a recorrer, partiendo de un mínimo de 2 yuanes para los trayectos más cortos. Se pueden comprar tarjetas que se recargan con el importe que se quiera y sirven para pagar tanto en el metro como en autobuses y taxis. Y también está la opción de una tarjeta para el metro que dura 24 horas desde el primer trayecto, recomendable si se piensan coger bastantes y de relativa larga distancia. En cuanto a los autobuses nuestra experiencia se limitó a los de mayor recorrido, uno de línea para ir a Zhujiajiao y otro turístico para Xitang.
  • Comidas: entre el jetlag y el abundante desayuno en el hotel muchos días sólo hicimos una comida, por lo que nuestra experiencia con la gastronomía local quedó bastante limitada. La que probamos, eso sí, nos encantó. Todo muy dulce y muy picante a la vez. Aconsejamos los restaurantes Bi Feng Tang (en la Plaza del Pueblo) y Grandma’s (West Nanjing Road). También las delicias que probamos en puestos callejeros: Tang Yuan (bolas de pasta de arroz rellenas de crema de sésamo negro y cocinadas al vapor), pasteles de Belem, todas las frutas, zumo de ciruela, leche de soja, tés…
  • Idioma: como ya nos temíamos el inglés se limita a lo básico en los hoteles y a la nada en el resto. Llevar escritos los nombres de lugares, frases útiles y demás en chino te sacará de más de un apuro. Aunque hay que decir que hacerse entender por señas también tiene su gracia en algún momento.
  • Compras: como en todo el país y para todo, desde una botella de agua hasta un juego de mesa, hay que regatear. Nuestras compras en Shanghai se limitaron a unos cuantos imanes (3 por un euro) y un libro Rojo de Mao (2 euros).
  • Timos: las guías advierten de los timos de la ceremonia del té que se dan en East Nanjing Road. A nosotros nos la intentaron hacer tanto en la Plaza del Pueblo como a la salida del metro de Yuyuan. Aunque lo sepas y lo evites te hacen perder muchísimo tiempo así que optamos por hacer que no entendíamos ni una palabra de inglés (estos sí que lo hablan con una fluidez impresionante) y problema resuelto.

Especial China

6 comentarios

  1. Viajero

    La verdad es que es una maravilla esta ciudad…

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