Viaje más largo, a dormir al aeropuerto

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Vuelo de vuelta a las 8:00 de la mañana, más o menos a mitad de precio que el que sale por la tarde, y el aeropuerto en el quinto pino sin comunicación en transporte público a esas horas intempestivas. ¿Se cancela el viaje? ¿Se gasta uno un pastizal en una noche de hotel más el taxi al aeropuerto en tarifa nocturna? Hay una tercera opción, incómoda con ganas, pero inmejorable desde el punto de vista económico: pasar esa última noche en el aeropuerto.

En «Un día en el polo» ya hemos pasado tres noches en diferentes aeropuertos, todas por el mismo motivo: extender el viaje un día más y a cambio ahorrarnos la noche de hotel más el taxi. Y no es sólo idea nuestra, existe incluso una web (www.sleepinginairports.com) donde puedes leer testimonios y descripciones detalladas de cada aeropuerto en cuanto a lo de dormir se refiere. Una lástima no haber sabido antes de su existencia.

Keflavík (Reykjavik)

Más que una noche en el aeropuerto lo que vivimos en agosto de 2011 fue una pesadilla en el infierno de hielo. En Reykjavik es imposible llegar en transporte público al aeropuerto, para empezar porque en Islandia apenas saben lo que es un transporte público y, además, el término hotel tampoco lo tienen muy desarrollado. Entre eso y que el viaje es caro de narices pues la solución estaba clara: se duerme en el aeropuerto.

En realidad llamar a Keflavík aeropuerto es decir mucho, sobre todo si hablamos del hall principal. Viene a ser como un salón grande con algunos bancos y una cafetería y, eso sí, una puerta cada dos metros. Las dichosas puertas están abiertas toda la santa noche con lo que es imposible sentarse, y menos dormir, en los bancos que hay o te arriesgas a morir de congelación. Pero esto no es lo peor. Resulta que los simpáticos islandeses tienen un solo defecto: no les gusta ver a la gente con los ojos cerrados.

Nada más llegar dimos una vuelta para tantear el terreno y lo primero que nos encontramos fueron una serie de avisos en inglés y francés para aquellos cuyos vuelos salían por la mañana temprano explicando claramente que está prohibido dormir en el aeropuerto. Al igual que unas 40 personas más, nos hicimos los suecos, españoles, coreanos o cualquier otra nacionalidad con idioma distinto al inglés y al francés y nos acoplamos en el único sitio no congelado: el suelo con radiadores encendidos a ratos que hay antes de la escalera que da acceso al control y sala de embarque (cerrados a cal y canto hasta las 5:00 de la madrugada).

Como conseguir mantener el calor de los minutos de radiador encendido, dormir en el suelo helado y pensarse dos veces lo de ir al baño no era suficientemente molesto, pronto aparecieron los guardias de la «Gestapo» islandesa para darle más emoción al asunto. En perfecto inglés y sin que les valieran los cuentos de “no entiendo” se encargaban de pasar cada media hora a avisarte de que como cerraras los ojos te echaban a la calle. Podías estar tirado en el suelo y hasta montar la tienda de campaña pero que no se te ocurriera cerrar los ojos. Como en toda situación adversa, los sufridores nos unimos y si cuando venía el Standartenführer de turno alguien no abría los ojos rápido te daban una patadita los compañeros de las trincheras de Keflavík.

Dublín

Diciembre de 2010, ola de frío polar en Irlanda y Gran Bretaña. Más de un conocido se quedó estancado durante varios días por el temporal de nieve y, de hecho, el aeropuerto de Dublín había estado cerrado toda la noche previa a nuestra llegada. Pues en el aeropuerto, la noche antes de volver, más de lo mismo: un frío del carajo.

Por lo demás este aeropuerto se lleva un más que merecido 10. Aunque en la primera planta apenas hay donde sentarse, en la segunda hay un sinfín de restaurantes abiertos hasta cerca de la 1 de la madrugada con bancos acolchados. Aunque cuando echan el cierren te obligan a levantarte, si esperas unos minutos a que se marchen puedes volver al banco acolchado y dormir hasta que abran las puertas del control para pasar a la sala de embarque.

Berlín Schönefeld

Allá por el verano de 2004 teníamos que coger un vuelo de Berlín a Basilea a eso de las 7 de la madrugada y, dada nuestra absoluta insolvencia económica por la época, decidimos quedarnos en la ciudad hasta lo más tarde posible y luego pasar el resto de la noche en el aeropuerto. Ese día habíamos estado viendo Postdam bajo un sol de justicia y en el tren de vuelta hacia la capital alemana realmente temimos que el calor asfixiante acabara con nosotros y con el resto de viajeros (los alemanes no, que esos no sudan). Sin embargo, en el aeropuerto pasamos un frío que ni con todas las prendas del equipaje puestas entrábamos en calor.

Viajeros que queráis imitar la idea: llevad un forro polar aunque en la calle haga 40ºC. Quizá haya cambiado la cosa, esto como véis fue hace bastante y, de hecho, estuvimos toda la noche completamente solos.

Aunque por la lógica evolución a mejor es cada vez más difícil que necesitemos repetir la experiencia, no descartamos dormir en algún otro aeropuerto, aunque, eso sí, la próxima contaremos con la ventaja que da el conocimiento. Sólo hay dos que tenemos completamente descartados de antemano: Cracovia y San Petersburgo. En el primero, porque si ellos no son capaces de hacer la facturación como en el resto del planeta nos da pánico pensar cómo tratarán a los pobres durmientes. Y en el segundo, porque esconde peligrosísimas armas por las salas. Si no fuera así no tendría sentido que te registran a fondo tres veces: al entrar al aeropuerto, al pasar el control y al subir al avión.

2 comentarios

  1. Islandia, paraíso geológico – Un día en el polo

    […]   Tras nuestra primera, y muy grata, experiencia como surfers (www.couchsurfing.org) pusimos rumbo al sur, la parte más visitada de Islandia, donde se supone que están los mayores tesoros. Y tesoros tiene hasta detrás de las cascadas pero el mayor de todos es, sin duda, la vista que te encuentras de golpe y sin aviso al dejar atrás los fiordos y enfilar ya en línea recta hacia el sur: una mole de hielo suelta desde los 800 metros y hasta la misma base de las montañas una infinidad de lenguas glaciares. Es el Vatnajökull, la mayor superficie helada del planeta tras la Antártida y Groenlandia. Si los glaciares que habíamos visto hasta ahora nos parecieron espectaculares, éste los superó a todos. Los glaciares de los Alpes terminan en medio de la montaña y están solos, en un paisaje precioso, pero solos. Los hijos de Vatnajökull caen hasta el nivel del mar, algunos prácticamente al lado de la carretera. De uno de ellos, Breiðamerkurjökull, se desprenden cada año los icebergs que llenan la laguna de Jökulsárlón, otra de las vistas más impactantes de la zona sur. Desde uno de los botes anfibios que navegan por la laguna pudimos ver icebergs de todos los tamaños, de blanco intenso, azul cristalino o con franjas negras a causa de las erupciones de otra era. Al igual que ocurre con el desierto, las fotos no muestran la grandiosidad que en realidad tienen estos glaciares y la sensación que produce contemplarlos. A unos 30 km de la laguna está la entrada al Parque Nacional de Skaftafell. Aunque el camino hacia la cascada de Svartifoss se parece mucho al de los campos suizos, las columnas hexagonales de basalto que la rodean hacen que merezca la pena la hora y media de ruta. Vik, Skogafoss y Selfjalanfoss Una vez que dejamos atrás los glaciares la carretera fue adentrándose poco a poco en la civilización. Ahora ya no teníamos que compartir carril con los que venían de frente en los puentes y, excepto los metros que fueron arrasados por la erupción del volcán Grimsvötn en la primavera de 2011, la carretera era notablemente mejor que los días anteriores. A parte de comprar el típico jersey islandés en la fábrica de Vik a menor precio que en el resto de tiendas, en esta localidad es imprescindible el paseo por su negra playa para ver los famosos trolls. Éstos no son más que tres grandes rocas en medio del mar pero, según la leyenda, se trata de unos trolls a los que pilló desprevenidos el sol y quedaron petrificados. Con la de meses de noches casi constantes y el clima generalmente lluvioso, a cualquiera le habría pillado por sorpresa el sol. Los que estaban en Skogar aquel día soleado, o el que fuimos nosotros, pudieron contemplar uno de los paisajes más impresionantes del planeta: la caída de 60 metros de la cascada de Skogafoss, sin una nube en el cielo y con doble arcoíris en la base. Cuenta la leyenda que tras la cascada hay un tesoro oculto pero este día estaba bien visible. Aunque menos espectacular, la cascada de seljalandfoss se puede ver de frente y también pasar por detrás de ella en un resbaladizo paseo. Muy cerca de aquí está el volcán Eyjafjallajökull, el más famoso de Islandia, al menos para los que allá por abril de 2010 intentaban coger un avión. El círculo de oro La zona comprendida entre Geysir, Gulfoss y el parque de Pingvellir es conocida como el círculo de oro de Islandia. Su cercanía a la capital hace que reciba la mayor afluencia turística del país y no es para menos. Después de ver las cataratas de Godafoss, Dettifoss, Svartifoss y Skogafoss parecía imposible que ninguna otra pudiera tener mayor interés. Error. Los dos saltos de Gulfoss, la catarata dorada, te dejan sin aliento. No es que sea la mejor, es que son todas tan distintas entre sí y tan espectaculares que es imposible descartar o elegir una en concreto. A pocos minutos (en coche) se encuentra el famoso Geysir que da nombre al fenómeno geotérmico de los geiseres. En la actualidad ya no se puede ver su chorro de 80 metros de altura, excepto si hay un terremoto lo suficientemente fuerte, porque los turistas de los años 20 eran igual de idiotas que los de ahora y se dedicaron a tirarle piedras y otros objetos para provocar el salto del agua. Si ahora Islandia es casi prohibitivo, entonces que no habría ni medios para llegar no nos cabe en la cabeza que alguien se dejará el dineral en llegar hasta allí para luego tirarle piedras al geiser. En el mismo parque, para compensar, Strokkur suelta su chorro cada 5 minutos aproximadamente. Yendo hacia Reykjavic se encuentra el Parque Nacional de Pingvellir donde en el año 930 se fundó el parlamento nacional islandés (Alpingi). Por supuesto tiene también su importancia geológica ya que aquí está la enorme falla que cada año se separa y hace que Islandia sea 1 milímetro más grande. Un viaje completo por Islandia no puede dejar de lado una de sus principales atracciones: el spa geotérmico de la Blue Lagoon. Un relajante baño al aire libre, una mascarilla natural e incluso una cerveza o un granizado en sus aguas a 37 grados preparan a cualquiera para una noche de frío y peleas varias en el aeropuerto de Keflavik, pero esto amigos, es otro post. […]

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